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Pascual Villa: "Mi pueblo se ha portado muy bien y yo he correspondido con lo mejor"

Cieza.es | 3 de junio de 2020 a las 14:05

Cieza ha perdido uno de sus santuarios culinarios: el bar restaurante Tiffany's ha echado el cierre con cuarenta años. La cancela de este señero local del Paseo no volverá a abrir este primer sábado de febrero. El último día fue especial. Por allí pasaron clientes de toda la vida para despedir a su dueño: "Floro, no dejes que se pierda".

Cerró definitivamente el 31 de enero, aunque ya llevaba cinco años esperando esta fecha su propietario Pascual García Villa, más conocido como Floro. El día en que su mujer Carmen Martínez López se jubilaba de la cocina, cuyas recetas nacen en el mismo momento que llega al mercado de abastos a comprar los productos. Ambos gestionaban este ya lugar con solera, en el que trabajaban en perfecta sintonía con cinco empleados.

Hoy, cinco años después de haberse jubilado, García devana la madeja de los recuerdos y habla de su vida, del joven que quería ser camarero y, tras hacer sus primeros pinitos en la hostelería, aprendió una enormidad en esa gran escuela que era el bar de antaño. Evoca la gran oportunidad que le supuso entrar a trabajar en el casino, en 1956. También valora su paso por el bar Mediterráneo, uno de los baluartes gastronómicos de la Cieza de los años sesenta. Al frente de la barra hizo siempre gala de la amabilidad y el buen hacer.

Pocos como él llegaron a establecerse por su cuenta. Fue en 1973 cuando se produjo su llegada al bar Mindanao, que con el paso de los años pasaría a llamarse Tiffan'ys. Finalmente, siete años después, gracias a su amigo José Piñera Moreno 'Verduso' se hizo con las riendas del negocio. Casi medio siglo en su profesión acompaña a este ciezano, que desde su local en el Paseo ha hecho las delicias de quienes se han acercado a probar sus exquisitos aperitivos. Mucho tesón y un profundo conocimiento de su trabajo son algunos de los secretos de su éxito.

Floro echa la vista atrás y se asombra más que nadie al comprobar que estos 39 años al frente han sido "maravillosos". Y es que ha sabido dar lo mejor de sí dentro y fuera de barra, es decir, en las relaciones públicas, cualidades también importantes en la hostelería. Al afable dueño nunca le ha importado alternar con sus clientes y, con su bonachona sonrisa por bandera, siempre ha atendido a la legión de parroquianos que han frecuentado su barra para convidarse. "Siempre me ha gustado hablar con los clientes, estar con ellos", reconoce.

Le gusta sentarse en la última mesa del bar, frente a la cocina y observar cómo respira el Tiffany's. Muchas anécdotas ligadas a la rutina diaria, algunas de su etapa de jubilado, que reflejan momentos vividos en esta parada obligada para ciezanos y visitantes. En diciembre, aunque no se supo hasta la semana pasada, García mordisqueaba ya su despedida definitiva. "Mi pueblo se ha portado muy bien y yo he correspondido con lo mejor, pero en mi caso particular, además, yo he tenido lo que no ha tenido nadie", declara el orgulloso propietario.

Aquí abundaba la tapa de cocina: michirones, callos, ternera en salsa, pisto, calamares con tomate o a la plancha, patatas cocidas o asadas con ajo. De sus fogones también salieron memorables guisos de cuchara y algunos de sus platos más demandados: paletilla asada y cochinillo al horno. Pocos se resistieron a la ensaladilla, los caracoles 'chupaeros', los montaditos o la ensalada murciana. Mención aparte merecen sus vitrinas de marisco fresco. Como acompañamiento indispensable de estos platos, buenos caldos murcianos o la rica cerveza.

De momento, no oculta mostrarse apesadumbrado sobre la situación de cierre de su establecimiento, a la que -añade- "le queda solo esperar a que alguien se interese por cogerlo. Yo tengo la esperanza de que el Tiffan'ys pueda ser traspasado y sea reabierto con un nuevo dueño. Vamos a ver. Si fuera así, me gustaría que no le cambiasen el nombre como yo hice cuando lo cogí". Y deja un recado para sus incondicionales parroquianos: "Siento mucho que se cierre, pero no puedo ser eterno. Sinceramente, me da pena dejar desamparada a mi clientela".

El último día fue especial. Por allí pasaron clientes de toda la vida y "muchos amigos", matiza. Estaba lleno pese a ser una jornada triste por el cierre con la que Floro disfrutó hasta las lágrimas. Ahora lo que más desea es que se le recuerde como una buena persona, un buen camarero y alguien que llevó una vida entregada a su profesión. "Esto ha sido mi vida. No he tenido otra cosa que este bar". Reconoce, no obstante, que cuando una persona ama su trabajo como él lo ha hecho, siempre es un placer dedicarse a su oficio.