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José María Torres Nadal: "Hay que darle a la arquitectura el interés social que merece"

Cieza.es | 3 de junio de 2020 a las 14:04

Hablar con este ciezano de arquitectura es hablar de un modo de vivir y de una justificación de la vida, es hablar de una pasión que le ha quitado tiempo para otras pasiones. Dice que la arquitectura es una cosa bien distinta para mucha gente y que para él será siempre una fuente de felicidad.

Un ameno y cercano José María Torres Nadal (Cieza, 1947) habla de arquitectura con la misma pasión con la que lo hace a diario ante sus alumnos en la Universidad de Alicante, donde dirige del Departamento de Proyectos de Arquitectura. Pasión que lleva alimentando muchos años, a lo largo de los cuales ha logrado convertirse en un referente nacional e internacional cuyo sello personal se puede observar en obras emblemáticas de la Región de Murcia como la Casa Pintada de Mula, la Biblioteca Regional de Murcia o la rehabilitación de la Muralla de Carlos III en Cartagena.

Para la mayor parte de los ciezanos, la candidatura de Torres Nadal al Premio Nacional de Arquitectura 2016 ha pasado desapercibida. Pero su pueblo natal no puede pasar por alto este hecho sobre la valía profesional de este catedrático invitado en diversas universidades europeas y americanas, por más que su profesión le haya mantenido muy alejado de Cieza. "Al final no ha sido posible, será en otro momento o nunca". Lo dice alguien que ama su trabajo por encima de todo y que intenta ser una persona honesta, verdadera, y no hacer nada con lo que no esté de acuerdo.

Su candidatura había sido propuesta conjuntamente al Consejo Superior de Arquitectos de España por la Universidad de Alicante, el Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante, la Universidad Politécnica de Cartagena y el Colegio de Arquitectos de la Región de Murcia. En ello hubo algo de especial para él: "Que dos universidades me propusieran, junto con dos colegios de arquitectos, que por otro lado representan instituciones profesionales que han apoyado unas determinadas maneras de producir arquitectura, es algo fantástico".

No es que sueñe con premios el hijo de la añorada maestra Anita Nadal, pero es un galardón que lleva muchos años mereciendo. "No quería pensar en ello, lo tenía como al margen", porque no quiere que cambie su trayectoria ni su manera de trabajar. El hecho de haber conseguido ser respetado haga lo que haga es un logro enorme. "Es un reconocimiento que siempre está bien. Piensas que es algo que te gustaría si te lo dieran compartir con todas aquellas personas que han colaborado de alguna manera, desde alumnos hasta familiares, otros amigos y colegas, a este tipo de celebración", comenta.

Cualquier estudiante que haya frecuentado sus clases probablemente no olvide su estilo docente tan particular, que viene a ser una combinación de dos principios igualmente fascinantes: el entusiasmo y la amenidad. Sin embargo, no siempre resulta fácil seguir los intricados vericuetos por lo que a veces discurre la palabra de Torres Nadal, o los saltos asombrosos que de vez en cuando ejecuta. Pero lo que en cualquier caso llega al oyente es la vehemencia, el contundente ardor de su entusiasmo, ya hable de arquitectura, de medio ambiente o de sus recuerdos de Cieza.

Cuando se trata de arquitectura, es capaz como nadie de comunicar la necesidad urgente de abordar la transformación urbana contando con la participación de los ciudadanos y su capacidad de comunicar convierte la arquitectura en algo suculento, apetecible, como nos ocurre cuando oímos a un auténtico chef hablando de cierto plato. "Supongo que es un proceso dialéctico. A veces las personas van por delante de la arquitectura y se adelantan un poco, pero solamente un poco. El problema llega cuando la arquitectura se ha adelantado muchísimo y ese diálogo se hace imposible. Se puede ir unos milímetros por delante", comenta.

A propósito de su participación en el taller de arquitectura 'Siyâsa lab', celebrado recientemente en Cieza bajo la dirección de Ana Morcillo y Jonathan Rule, profesores asistentes de Taubman College of Architecture and Urban Planning de la Universidad de Michigan, Torres Nadal se muestra "muy honrado y agradecido por la posibilidad de explicar en este momento, en 2016, y un año antes de jubilarme, qué es lo que he hecho y cómo lo he hecho. En mi opinión, este curso dirigido a estudiantes universitarios y jóvenes profesionales está proponiendo una cierta forma distinta de entender la arquitectura".

También deja en esta entrevista sus sensaciones sobre esta acción formativa relacionada con el despoblado de Siyâsa, uno de los yacimientos islámicos más relevantes de Occidente. "Cómo hacer que la historia pasada forme parte del presente y del futuro es un reto importantísimo. Este taller podría representar la imagen de jóvenes arquitectos trabajando sobre el pasado y capaces de comunicar algunas nuevas ideas acerca de cómo relacionar pasado y futuro. En mi intervención también hablaré de mi lealtad a las instituciones. Soy deudor de historias que han ocurrido y que solamente podrían ocurrir en la universidad".

A la pregunta sobre si son buenos tiempos para la arquitectura en nuestro país, el entrevistado responde sin titubear: "Creo que, la verdad, sí lo son, no tanto por el hecho de los éxitos de determinados personajes, que han hecho más mal que bien, sino porque en este momento hay una conciencia crítica entre los nuevos profesionales y los que están estudiando. Esta situación propicia una discusión muy importante en torno al tema de las derivas ecocríticas y políticas que puede tener la arquitectura, en el sentido de los compromisos que puede establecer con la tierra y el medio ambiente". Sin embargo, puntualiza que "son cuestiones que la arquitectura se está planteando en este momento y a las que sí había sido bastante ajena hasta ahora".

En relación con el interés social de la arquitectura y lo que expresan los arquitectos, Torres Nadal admite que "es una cuestión difícil. Mi respuesta sería que a la sociedad no le interesa. Hasta ahora ha sido así porque los arquitectos tampoco hemos hecho nada para que a la gente le interesara. Desde el momento en que la arquitectura se ha entendido como un patrimonio hegemónico, es decir, hecho por unos pocos y para unos pocos. Esto ha repercutido en que tanto el humanismo como la arquitectura no haya habido una correspondencia por parte de los ciudadanos hacia esa arquitectura".

No contento con eso, añade que, "sin embargo, a partir de nuevas dinámicas que han tenido que ver con la forma de entender el espacio público, con nuevas posiciones más críticas respecto a la ecología política y la manera de gestionar la propia ciudad y de hacer intervenir a la ciudadanía en el urbanismo, creo que empieza a haber una especie de ansiedad por entrar en los procesos de participación de la ciudad". Así, persevera en el activismo y en la defensa de la participación social. "Nunca he creído que la población en sí fuera a gestionar un plan urbanístico, pero sí de alguna manera cómo se agenda su participación en el proceso", concluye.

Otro tema que sale a la palestra es la integración de los arquitectos en la sociedad actual. En su opinión, "debemos integrarnos en la sociedad de hoy. Cualquier profesional debe atender algo más de lo que es específicamente su área de trabajo. La idea de transversalidad o la idea de una respuesta más global desde la disciplina de cada uno creo que debería estar en el orden del día". El ciezano defiende la dimensión ética que debe revestir necesariamente su oficio. "Y es que la arquitectura o es social o no es arquitectura; o contribuye a que se viva mejor o no es arquitectura", parafraseando al arquitecto navarro Francisco Mangado.

Una paradoja: muchos ciudadanos tienen la sensación de que la ciudad la piensan los políticos y los promotores, y no los arquitectos. A su juicio, "hasta ahora las ciudades han sido pensadas por políticos y arquitectos simultáneamente. Lo que ocurría es que el ciudadano quedaba excluido de la posibilidad de acceder a los mecanismos de decisión y de gestión de lo que era la vida pública urbana. Esto es lo que está cambiando, con experiencias en Madrid y Barcelona. Aquí, por ejemplo, hay un proyecto de gestión de la huerta de Murcia muy interesante. Pero es la voz que se ha dado a la ciudadanía la que ha cambiado".

Una última cuestión: Vivimos en el país de Europa que más se construye y que menos vivienda pública tiene, ¿por qué? Como buen intelectual, este doctor en Arquitectura separa enseguida el grano de la paja y recuerda que en España "se ha creado un proceso en el que la cultura de lo público ha estado absolutamente cercenada hasta ahora". Por ello apunta que "solamente en este momento hay una posibilidad de solventar este problema a través de estas mediaciones más públicas" y agrega que "en este momento, a la par de los cambios políticos, se ha abierto un escenario político mucho más plural, de negociación, de mediación".


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